Dinámicas/Animación y gestión cultural

EL MAYO FRANCÉS, MAYO DEL 98.

«No conozco otro episodio de la historia de Francia que me haya dejado el mismo sentimiento de irracionalidad»,-Raymond Aron.
«Lo importante es que se haya producido cuando todo el mundo lo creía impensable y, si ocurrió una vez, puede volver a ocurrir» -Jean-Paul Sartre.


Como la revolución francesa y las conquistas napoleónicas dos siglos antes, las revueltas estudiantiles y las huelgas masivas que sacudieron Francia en mayo del 68, a las que se refieren desde atalayas tan alejadas los dos pensadores, fracasaron finalmente en los campos de batalla, pero sus efectos cambiaron la vida de generaciones. En la crisis, huelga, protesta, contestación, efervescencia, revuelta o revolución conocida vulgarmente como el 'Mayo francés' coincidieron actores tan dispares como los universitarios desencantados por un horizonte sin futuro laboral, los trabajadores descontentos por su marginación del boom económico de los sesenta, millones de jóvenes movilizados contra la guerra de Vietnam y pueblos de los cinco continentes deseosos de libertad.

  • El polvorín social y económico en el que prende la chispa es la sociedad opulenta denunciada por Kenneth Galbraith en 1958 y su hija pródiga, la cultura hippy. 
  • El polvorín político fue una guerra ilegal e injusta como la de Vietnam, un Tercer Mundo recién nacido a la independencia y ahogado en la miseria, un sistema internacional partido en dos bloques enfrentados y basado en la amenaza del suicidio nuclear, y sociedades civiles embrionarias sin voz ni parte en las principales decisiones de sus gobernantes. 



  • El polvorín ideológico fue la amalgama de las corrientes antiimperialistas, anticapitalistas, neomarxistas, troskistas, castristas, maoístas, estructuralistas y freudianas que desembocan en El hombre unidimensional de Herbert Marcuse (1964) y en la Teoría Crítica de Theodor Adorno. Aunque, como señala el politólogo Fernando Vallespín en el último número de 'Foreign Policy' (edición española), la mayor parte de los protagonistas del 'Mayo francés' seguramente nunca habían leído a Galbraith, Marcuse o Adorno, eran un arsenal maduro para que prendiera la chispa de la rebelión.

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